Ascensor
Hay una canción que se llama “Stairway to heaven” (Escaleras al paraiso, mas o menos).
Lo cual me lleva a una tangente, que a su vez, es un recuerdo. (Que a su vez es un sueño).
Me transporta de regreso a lo extraordinario: a un ascensor cristalino en medio del Paraiso., envuelta de nubes y neblina de color agua.
La única vez que he estado allí, no estuve sola.
Ahí también estaba él, aquel sujeto que solía aparecer en mi sueños, ambos de pie en un diminuto ascensor y tan cerca que era imposible respirar sin crear corriente de aire. Los encuentros oníricos eran fugaces, demasiado rápidos para disfrutarlos. Algodón de azúcar cayendo al agua.
Fue una ocasión especial: después de todo, estábamos en un ascensor de camino a ver a Dios. Casual.
En el pequeñisimo espacio él veía hacia el frente y yo lo veía desde abajo. La sensación que se asemejaba a lo que sentirias si, antes de dormir, te tapases con una sábana completamente lisa y plana. Rigor total.
No obstante, no hacían falta palabras, había algo que podía sentir solo estando en su presencia. Pequeños hormigueos que llevaban mensajes telegráficos diciendo “Te veo, te reconozco”.
En sueños, y en la vida real por aque entonces, este sujeto era mi obsesión, mi devoción. Desde la primera vez que lo vi, intenté contactarlo innumerables veces, aunque parecía que entre más lo hacía más se alejaba y más distantes se volvían las fechas marcadas en el calendario como ocasiones en que nos hubiesemos visto.
Esta ocasión en particular, en el ascensor, había sucedido después de mucho tiempo, quizás un par de años, sin habernos visto.
Él, con un semblante más cansado pero sereno, irradiaba una presencia que trascendía las palabras.
Y viendo este rostro el hormigueo se alborotaban, sentía que estaba en una olla con agua empezando a hervir y que las burbujas que crean cadenas que se forman en el fondo al empezar la ebullición, recorrian mi cuerpo.
No puedo recordar diálogos. No recuerdo si llegamos a ver a Dios o me desperté en el camino. Pero lo recuerdo a él, o a como me hace sentir.
Recordar el rostro es dificil, no es la particularidad de su apariencia lo que me deja saber que es él, si no el sentimiento de completa paz y seguridad que me aborda y me desborda.