Cindy tiene un sueño
Sin abrir los ojos, sé que estoy rodeada de azul. Lo siento detrás de los párpados, lo percibo en la piel. Este azul es más que un simple color; es una sensación, un lugar más allá de lo físico, un sentimiento, un recuerdo que pertenece al cuerpo y no a la mente. Estoy envuelta en este azul, como una película suave, borrosa, que rodea mi cuerpo, y me siento en él.
Mi mente está adormecida. Los pensamientos que cruzan mi mente son pocos y fugaces, disipándose con cada estallido de las burbujas que siento rodear mi cuerpo. Oigo el burbujeo, el estallido al contacto con mi piel, al adentrarse en mis oídos. Así debe de sonar dentro de una lata de soda, pienso.
Siento cómo estas microburbujas se acumulan, diminutos espacios de aire que se congregan alrededor de mis ojos, sobre mis pestañas. Su estallido me provoca un cosquilleo insoslayable y, finalmente, abro los ojos.
Me encuentro suspendida en una gran piscina, una cuyos bordes y líneas divisorias de carriles no alcanzo a ver. El agua que me contiene no parece tener fin; es una extensión infinita, borrosa de azul.
El agua es fría, fresca, y mi cuerpo ingrávido es una isla en la que las olas de esta agua estática se rompen suavemente. Debo llevar mucho rato aquí, porque las yemas de mis dedos están arrugadas. Sigo flotando. No hay nada más aquí que yo, agua y burbujas. Miro hacia arriba y solo puedo vislumbrar un techo oscuro que parece absorber la poca luz que intenta reflejarse en él.
No quiero estar aquí.
Ese pensamiento desencadena un movimiento en mi cuerpo, que comienza a flotar hacia arriba. A medida que me acerco a la superficie, mi reflejo se vuelve más claro en la delgada capa de agua que separa la piscina del mundo exterior. Sigo subiendo. Sin embargo, al romper la superficie del agua, no encuentro el aire que esperaba, sino más agua. Estaba rompiendo la superficie de otra piscina exactamente igual a la anterior, pero invertida. El fin de una era el inicio de otra, y ahora me estaba dirigiendo al fondo.
Vuelvo a sentir el azul, como un pico de energía que se recarga. Este bucle no me parece nuevo y, ante la posibilidad de estar atrapada en una prisión líquida, grito internamente, porque sé que si abro la boca, podría ahogarme. La nada, la falta de compañía, el silencio, se hacen evidentes, y la soledad se vuelve tangible en su ausencia.
Sigo flotando, repitiendo el ciclo de entrar y salir de un cuerpo de agua para pasar al siguiente. La angustia crece en mi pecho, gritar es lo único que deseo para aliviar esta tensión.