Skip to main content

Fiaresca

La Vida Oculta de Fiaresca

Esta es Astolba, un mundo donde el sol brilla como un ocaso perpetuo y pareciera que se cuelga eternamente en el horizonte. Aquí dos lunas dominan el cielo: una de un azul profundo, como el océano en calma, y la otra de un rojo ardiente, como la sangre fresca. Estas lunas, en su danza eterna, marcan el tiempo en un lugar donde el día nunca es pleno y la noche nunca es completa.

Fiaresca, la Joven Misteriosa

Fiaresca era una joven de aspecto inusual, incluso para los estándares de Astolba. Su cabello caía en cascadas de enredados e inusuales mechones negros. Aunque más notables eran sus ojos: era la única en todo Cobalia que no poseía ojos azules, sino que eran tan inusualmente oscuros como su cabello.

Fiaresca siempre había sentido que algo en su vida no encajaba, una sensación de pérdida constante que no podía identificar. No tenía memoria de su infancia, ni del momento en que despertó bajo las dos lunas por primera vez, pero había sido acogida por una anciana viuda en el pueblo, quien la cuidó y la crió como si fuera su propia nieta.

Con el tiempo, la gente del pueblo comenzó a notar las extrañas habilidades de Fiaresca. Podía calmar a los animales más salvajes con un simple toque, y su risa, rara pero encantadora, tenía un efecto hipnótico en quienes la escuchaban, como si el mundo se volviera un poco más brillante cuando ella se reía. Sin embargo, cada vez que reía, un eco de dolor parecía resonar en su corazón, como si la felicidad fuera algo que ella no tenía derecho a experimentar plenamente.

Las personas del pueblo, aunque fascinadas por su apariencia y habilidades, no sabían cómo acercarse a ella. Era demasiado distinta, demasiado misteriosa, y así surgieron los rumores: algunos la llamaban un ángel, otros, más temerosos, una bruja. Fiaresca, sin comprender del todo por qué la llamaban así, decidió aceptar ambas etiquetas, usándolas como escudos para protegerse de la verdad que intuía, pero que no podía recordar.