Fiaresca_y_rium
Capítulo 2: La Magia de lo Incontrolable
El camino por Astolba siempre es un peligro en la oscuridad. La vegetación, que prosperaba en la tenue luz, tenía un brillo etéreo, que contrastaba con pelaje oscuro que absorbe la luz de los Feliscas, enormes felinos que son casi invisibles en las sombras.
Fiaresca y Rium avanzaban con cautela, siempre atentos a los movimientos en la penumbra.
Una tarde, se encontraron con un claro rodeado de árboles cuyas hojas irradiaban una luz azulada. Decidieron acampar allí, y mientras Fiaresca reunía ramas para una fogata, Rium decidió mostrarle uno de sus trucos. “¡Atenta!” dijo, adoptando una postura dramática. “Te mostraré algo que ningún otro payaso puede hacer.”
Fiaresca, curiosa, se sentó sobre una roca y lo observó. Rium se concentró en una pequeña piedra en el suelo.
“Piedra, ¡levántate!” y con un leve gesto de su mano, la piedra comenzó a elevarse lentamente. Flotaba en el aire, girando lentamente sobre su propio eje.
“¡Impresionante, ¿no?!” exclamó Rium, sus ojos brillando con un atisbo de la alegría que tanto anhelaba recuperar. “Pero eso no es todo…”
Sin embargo, antes de que pudiera terminar su frase, la piedra comenzó a girar más rápido. Rium frunció el ceño y trató de detenerla hablándole un poco más, pero la piedra, ahora fuera de control, voló por el aire, zigzagueando de un lado a otro antes de caer al suelo crujiendo sobre una pila de hojas.
Fiaresca parecía fascinada por lo que acababa de presenciar. Aplaudió mientras reía y veía fijamente a Rium. “Creo que la roca tenía otros planes”
Rium, un poco avergonzado pero con una sonrisa en los labios, se encogió de hombros. “Digamos que la telequinesis tiene mente propia. Puedo mover objetos, pero una vez que empiezan a girar… bueno, se vuelven un poco impredecibles.”
Fiaresca continuó riendo, y Rium se dio cuenta de que, aunque su truco no había salido como esperaba, había logrado algo aún más importante: había hecho reír a Fiaresca. Su corazón latía con fuerza, y una cálida sensación se extendió por su pecho. Por primera vez en mucho tiempo, sintió que la risa en su cabeza, la que no acababa de salir, no era hueca, sino genuina.
“Deberías ser más cuidadosa, dijo Fiaresca finalmente viendo a la piedra. “Aunque debo admitir que fue bastante divertido.”
Rium sonrió ampliamente. “¡Esa es la idea! Pero, ¿sabes qué? Es un truco perfecto para un payaso. La vida es impredecible, y la magia también debería serlo.”
Fiaresca asintió, sintiendo una extraña afinidad por la forma en que Rium veía el mundo. Su compañía era reconfortante.
A medida que la noche avanzaba, la fogata que habían encendido comenzó a parpadear, amenazando con apagarse. Rium intentó avivar las llamas con su telequinesis, pero las chispas se esparcieron en direcciones aleatorias, haciéndolo retroceder apresuradamente.
“Déjame intentarlo,” dijo Fiaresca. Con un gesto suave, extendió su mano hacia las brasas moribundas. “Fuego, enciéndete”. Al instante, una llama cálida y constante surgió de la fogata, iluminando el claro con una luz suave y reconfortante.
Rium la observó, maravillado. “Eso fue… increíble. ¿Cómo lo hiciste?”
Fiaresca frunció el ceño, mirando la llama que danzaba en su palma. “No lo sé. Simplemente intenté hacer lo mismo que tú cuando le hablaste a la piedra. Aunque esperaba que giraran mas las cosas”
Rium sonrió, aunque en el fondo sentía una mezcla de admiración y un leve temor. Fiaresca era más de lo que parecía, y aunque no entendía completamente su poder, sabía que su viaje juntos apenas había comenzado. Había algo en ella que lo atraía, no solo por su habilidad, sino por la luz que irradiaba, una luz que él, como payaso, había perdido pero que ahora empezaba a redescubrir en su compañía.