¿Qué hago con esto?
Cierro los ojos y ¡bum!, despierto.
Como casi siempre, no tengo idea de dónde estoy, ni de cómo llegué aquí, consecuencias naturales de alguien que salta de vida en vida si se piensa bien. Uno creería que de llevar haciendolo toda una de las vidas se acostumbraría rápido, pero aún no he encontrado manera de sacudirme esa sensación de que algo resbala por mi nuca una vez que despierto.
Con mezcla de cautela y en un estado semejante a la embriaguez, analizo mi entorno: estoy en medio lo que parecen ser largos pasillos. Corro y me doy cuenta de que estos pasillos solo llevan a bifurcaciones de más pasillos. Me detengo ante una de estas y pienso que pasillos fractales no es algo con lo que me apetezca lidiar hoy.
El cuerpo se mueve por si solo y como espectadora me asombro al ver que de mi mano izquierda brota fuego, dirigido hacia esta bifurcación. Las paredes se queman, revelándose una salida inesperada.
Fuego de una mano, agua de la otra, las situaciones en las que parece que me pongo a mi misma parecen carecer de sentido, o tal vez les busco demasiado y otro yo se rie de que he olvidado lo bien que funcionan las cosas simples aveces.
Alguien me acompaña, no sé si es una sola persona o varias, pero se que tengo compañía, de eso estoy segura. Alguien se ha lastimado y mi reacción natural ha sido extender las manos hacia el lugar problemático y concentrarme en esta figura como un disco que siento salir de mis palmas.
De nuevo, veo mis manos.
Reconozco una escencia conocida. No soy la única que vive múltiples vidas y habita múltiples cuerpos.
La reconozco vagamente, por como se siente. El rostro no es el mismo, ni la postura, ni la voz, pero si el aire alrededor.
Su taquilla es la #90, y he conseguido la llave de la rubia.