Me asusta cuando la gente explota.
No explosiones literales, sino de humor.
Gritos repentinos. Empujones. Golpes. Arrojar cosas.
Cosas rotas. Lágrimas. Rasguños. Gruñidos.
Me hacen temblar y endurecerme al mismo tiempo.
Lo siento en los brazos. Me cuesta mantenerlos relajados. No pueden estar abajo.
Se me oprime el pecho al pensar en uno de esos pequeños instantes, ese momento donde todo da un giro, gyakutten.
Es como si apagaran todas las luces y al encenderlas todo es completamente distinto.